Dejarse llevar. Suena demasiado bien.
Nada de anclas, ni de ataduras.
Solos. La corriente y tú.
Los rayos de sol, la brisa y el vaivén del mar y sus movimientos.
Sin olas que te sobresalten. Sin espuma que enturbia aún más la arena de la orilla. Nada de marejada.
Solo calma.
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